Nota realizada en Mayo 2017

Carmen Morán es una fiel representante de las mujeres del siglo XXI. Mujer orquesta: madre, actriz, modelo, directora, productora, emprendedora gastronómica, comunicadora, cantante y sonidista. Pese a esta larga lista todavía le quedan cosas pendientes: aprender a bailar tango, hacer cine con Campanella o Almodóvar y probar suerte con la música fuera de fronteras.
Hija de Cristina Morán, derriba el mito de los que piensan que ser “hija de” ayuda en lo profesional y confiesa: “Por el contrario, a veces es más difícil abrirse camino”. Es una mujer honesta y natural, que disfruta de las pequeñas cosas y que ve en sus hijos, su mejor obra.

Mi fortaleza más grande creo que va por el lado de tener una familia tan linda como la que tengo

Conversaciones sobre la maternidad, el amor, la cocina, el tango y mucho más

La casa de Carmen Morán queda en El Pinar, frente al arroyo Pando. Es una zona de muchos árboles, jardines con las últimas flores del verano y en frente, el agua del arroyo manso. Me reciben Tango, Toy, Nero y Ema, ladrando bien fuerte, como corresponde cuando llega un extraño. Carmen sale rápido a avisarme que no hacen nada, que no me asuste. Era una tardecita de marzo, todavía hacía un poco de calor pero había ese olor en el aire que anunciaba una noche fresca. Carmen abre el portón mientras sus mascotas saltan a su alrededor. Sonríe y me dá la bienvenida. No tiene casi maquillaje, capaz un poco de rímel, pero muy natural, como es ella. Tiene 53 años y no los aparenta. Quizás sea -en parte- por esa energía y alegría que siempre parecen rodearla.
Dentro de su casa hay olor a incienso, hay libros, objetos queridos, fotos, paredes pintadas de amarillo, muchos cuadros y plantas. La cocina, una pasión de Carmen, está integrada al living, así el que cocina no se pierde la reunión. Por un pasillo pasa Denise, su hija más chica de 19 años, pelo mojado y secador en mano, se está preparando para salir con amigos. Y está Juan, o Juanito, como le dice Carmen cariñosamente a un gato que llegó un día y se quedó. “Dicen que los gatos son los que nos eligen a nosotros”, explica. Y parece que Juanito la eligió a ella porque en cuanto nos sentamos a conversar se trepó a su falda, listo para recibir unos mimos.
Mentiría si digo que fue una charla corta. Estuvimos casi dos horas. Carmen es una mujer muy generosa, conversa tranquila, no hay pose ni frases armadas. Habla desde el corazón, y sin miedos ni complejos, de todo.

Creo que uno no sabe cuando es madre, qué hizo bien, qué hizo mal, porque no hay una escuela para padres y uno va haciendo como puede

Opera Prima

Carmen fue modelo con sólo 16 años, pero ya desde ahí sabía que quería ser actriz. Ese fue el comienzo. La pasarela fue su primer escenario, luego llegaría, cuando aún estaba en el liceo, la oportunidad de tener un papel de damita en “El avaro” de Molière. “Ahí tuve que encarar un trabajo desconocido. Yo hacía teatro en el liceo, pero no era actriz. Fue una experiencia tan importante para mí que después de esa obra tuve claro que cuando terminara el colegio iba a entrar a la Escuela de Arte Dramático”, cuenta Carmen. Y ese fue el comienzo. Habla con mucho cariño de sus maestros y directores a los que define como excepcionales y nombra con un dejo de nostalagia a: “Eduardo Schinca, Maruja Santullo, Jaime Yavitz, Elena Zuasti, Beto Fontana, Taco Larreta, personajes entrañables de los que ya no quedan”.
De todas formas, cuando le pregunto cuál fue su mejor obra, responde sin dudarlo, “…la maternidad fue lo mejor que me pasó en la vida. Mis hijos son mi mejor obra”. Sus hijos son Dominique (28), Daniel (25) y Denise Dalmás (19), todos tienen nombres que empiezan con D por una tradición familiar de parte del papá de los chicos y que a Carmen le pareció lindo continuar.
Y cuando Carmen habla de la maternidad se ilumina: “Creo que uno no sabe cuando es madre, qué hizo bien, qué hizo mal, porque no hay una escuela para padres y uno va haciendo como puede; pero los resultados que hoy veo en la etapa adulta de mis hijos me hacen pensar que fue un buen trabajo, que no fueron en vano las horas que yo les dediqué, horas reales, horas en tiempo”. Carmen es una defensora, no sólo de la calidad sino, de la cantidad de tiempo que se le da a los hijos. Ojo, aclara que: “No es una crítica para los padres que no pueden, porque hoy los matrimonios -la mayoría de las veces- tienen que estar ambos trabajando, y son jornadas larguísimas de trabajo. Yo tuve la gran dicha de poder elegir estar con ellos y sacarle carga a mi trabajo porque lo permitía el trabajo de mi ex marido, que podía solventar casi solo la casa”. De todas formas nunca dejó del todo su actividad profesional, pero sí elegía cuándo involucrarse en un proyecto y cuándo no, sobre todo en las etapas -que ella sentía- que sus hijos la necesitaban. Y como rescatando una sensación del pasado enfatiza: “Yo necesitaba estar con ellos, era mutuo, quería estar con ellos, y disfruté mucho, me divertí, gocé, viví con gran alegría y disfrute la maternidad”. ¿Por qué no hubo más hijos? “Quizás si se hubiera dado hubiera tenido más sin ningún problema, pero en determinado momento decidimos que estábamos bárbaro así y que había que hacer otras cosas también”.

 

Mamá me ayudó pila con los nenes, yo no creía que eso iba a ser así, tenía la idea de que mamá y niños no era una ecuación viable; pero no, los disfrutó muchísimo y está muy presente

Historias de mi madre

Carmen es hija única de Cristina Morán (Iris Fariña, 86 años, Cristina Morán es su nombre artístico), una referente para la radio y la televisión uruguaya siendo la primera mujer en televisión (Canal 10 Saeta) en los años 50, lugar en el que se mantuvo por más de tres décadas.

Le pregunté por qué había adoptado el apellido de su madre y dice que nunca pensó en hacerlo: “En mis primeras obras aparezco como Carmen López, que es mi apellido real, pero todo el mundo hablaba de mí como la hija de Cristina Morán, entonces preferí llamarme Carmen Morán que ser ’la hija de Cristina Morán’, que igual fui, pero por lo menos el Carmen Morán me posicionó en una persona entera y no ‘la hija de’”, explica.

Y acá entramos en ese difícil territorio de cómo vive una niña esa exposición de una mamá famosa y también el darse cuenta del yo quiero a mi mamá pero no todo el mundo tiene por qué quererla. “Cuando mamá estuvo expuesta generaba amores y odios, como en todos lados, no todo el mundo siempre te quiere, y ¿sobre quién recae todo eso después? Sobre mí, soy única hija, soy su proyección. Entonces ser la ‘hija de’ no ayuda en este medio. Esto ya no es así con mis hijos, si bien Denise (que estudia actuación) va a tener el peso de la abuela y de la madre, hoy en día es todo más relajado, es diferente de lo que fue mamá conmigo”.

De su infancia en Parque Batlle tiene lindos recuerdos. Los juegos en la vereda con sus amigas, esa época en la que la puerta quedaba abierta ‘para ir a jugar’, y la bici tirada hasta que algún amable vecino la traía. Pero también reconoce que era una niña: “Bastante solitaria, si bien no me faltó ningún tipo de atención. Pero fui hija única, de padres divorciados, con una madre que trabajaba a full, que para la época era impensable”. Y con voz de admiración hacia su madre continúa: “Mi madre fue pionera en todo, se casó grande, me tuvo con 34 años, se divorció a los 35. A los 18 años cobró su primer sueldo. Tengo esa imagen de madre fuerte, que sí se ocupaba, pero que no tenía tiempo de dedicación horaria”. Seguramente este fue uno de los motores para que decidiera luego, dedicarle tanto tiempo a sus hijos. Ni bueno ni malo, simples herramientas que los seres humanos creamos a raíz de experiencias vividas.

Sin embargo, y volviendo a cómo su madre fue una pionera, también lo fue en la relación que construyeron, más allá de las ausencias. “Mi madre era muy estricta, de poner muchos límites, pero por otro lado muy liberal, de permitirme hacer cosas mucho antes que a mis amigas. Cuando salía a bailar con mi novio, le prestaba el auto. Ella decía: ‘yo prefiero que salga con el novio en mi auto, y que la traiga para casa y no con alguien que no conozco y que no sé cómo maneja’. Fue una relación abierta y de confianza. Yo podía hablar con mamá de todo.”

Se nota que tienen una linda relación y que no hay reproches. Cuando nacieron los hijos de Carmen, Cristina fue una fuente inagotable de ayuda, a tal punto, que eran tantas las veces que ésta se quedaba a dormir en la casa de Carmen que terminó comprando una casa a tres cuadras para estar más cerca de sus nietos. “La relación de mis hijos con mi madre es bárbara, fue una relación rara también, como todo con mi madre, les pasaba lo mismo que a mí, pero no lo padecían como yo, les resultaba divertido lo de la abuela famosa. Mamá me ayudó pila con los nenes, yo no creía que eso iba a ser así, tenía la idea de que mamá y niños no era una ecuación viable; pero no, los disfrutó muchísimo y está muy presente”.

Los gozos

Si hay algo que Carmen tiene claro a la hora de encarar un proyecto es: “Tengo que gozar de cada cosa que hago, la tengo que sentir”. Aunque se define como una taurina típica, a la que le cuesta arrancar y como el toro camina lento pero seguro, sabe que nunca tomará una decisión precipitada. Las elecciones de su vida han sido pensadas y meditas.
“Ahora estoy transitando un momento en mi vida en el que estoy con mucha determinación en todo lo que hago y eso me ha ayudado. El romper con los miedos, con la falta de confianza. Pero bueno, todo llega en la vida; a veces lleva tiempo de aprendizaje, de caerse y levantarse y ahora estoy tratando de caerme lo menos posible, a sabiendas que somos vulnerables, y me levantaré otra vez, pero me siento segura en este momento, bien plantada”.
Le comento que para considerarse una persona ‘lenta’ ha realizado innumerables proyectos y cosas en su vida. Esto le da pie para repasar entre risas, la lista de cosas que integran su curriculum. “A ver, fui modelo, actriz, tuve una escuela y agencia de modelos que fue un éxito, hice televisión, tuve a mis hijos, puse un restaurante (Sansueña) nos fue bárbaro hasta la crisis del 2000, me fundí y empezó una nueva etapa; me separé después de 26 años de matrimonio, vendí tartas, hice viandas, arranqué a cantar tango y a dirigir en teatro, me volví a casar y me separé de nuevo”, toma aire me mira y se ríe.

Las sombras

Carmen tiene una teoría, ella cree en la evolución de las personas, en los caminos que van apareciendo y que nosotros vamos tomando según cómo hayamos evolucionado. Eso ha sido una constante en su vida, y seguramente lo que la ha ayudado a tomar decisiones difíciles cuando llegó el momento de hacerlo. Si le pregunto si se considera una mujer fuerte me dice sin dudar que no, que su madre sí, pero ella no se identifica con esa imagen. Aunque a medida que hablamos descubre que sí, que tiene muchas facetas de mujer fuerte. ‘Hija de tigre’, le digo yo.
“Yo soy fuerte desde otro lado, no sé cómo explicarlo, porque a veces se identifica la fuerza con otras cosas, con la mujer que rompe con cosas, que no forma una familia, que deja de costado la vida privada. Quizás sí soy una mujer fuerte, porque, más allá de la forma en la que fui criada, pude hacer una familia. Mi fortaleza más grande creo que va por el lado de tener una familia tan linda como la que tengo, más que lo laboral, aunque me he roto trabajando para salir adelante”. Claro, esto se sintió más estos últimos años, cuando decidió caminar sola. “Cuando decidí separarme había una necesidad de saltar a otra cosa, de ser yo desde otro lado. No me estaba cerrando ser lo que era en ese momento, no me sentía bien conmigo misma, me sentía traicionada”. Hablar de su separación, más allá de que es un capítulo cerrado, la entristece. No es fácil, seguramente, luego de 26 años separarte del padre tus hijos, sobre todo cuando no hay nada y hay todo. “No fue por un capricho, fue porque el amor se resquebrajó, sino, no te separás”. Carmen cree que el amor lo puede todo y con amor se hubiera podido pelear. “Ahí me sentí una mujer fuerte y vulnerable a la vez. Fuerte porque tomé una decisión que me llevaba por otros caminos, y vulnerable porque era la primera vez en la vida que tenía que enfrentarme, a los 46 años, sola al mundo. Yo salí de la casa de mamá a la casa de él y construimos la familia y siempre tuve un marco de contención, de referencia, que me sostenía”. Y en medio de ese caos Carmen supo que había que renunciar a cosas y había que sufrir y pasar mal: “Pero me mantuve siempre en mi decisión y no me salí del camino ni un poquito, en el camino de decir no quiero más esto, voy por este lado”.

No siento el (nido) vacío. A medida que ellos iban creciendo yo iba incorporando nuevas actividades y haciendo más cosas

La casa, el nido vacío y la educación

Si hay algo que le encanta y para lo que no tiene pereza es la cocina. A sus hijos siempre les cocinó casero y rico, Denise –su hija- aporta desde el otro cuarto: “Cocina exquisito”. Le gusta cocinar de todo, es de las que se arregla con lo que encuentra en la heladera, pero también sabe defenderse bien con un plato súper gourmet. A la hora de elegir qué ingredientes no pueden faltar en su cocina tiene claro que el aceite de oliva, la pimienta negra, especias en general, frutas, verduras, y rúcula: “Si no hay rúcula en mi vida me muero”, aclara.
Se define como una mujer de su casa. Corta el pasto, le encanta plantar, prender la estufa, entrar leña, pintar paredes, sabe usar un taladro y tiene muchas herramientas. No se ahoga en un vaso de agua si hay que hacer un arreglo en la casa.
¿Cómo vive que se empiecen a marchar los hijos? (Dominique y Daniel ya se independizaron) ¿Hay síndrome del nido vacío? Confiesa que lo está trabajando y que lo lleva bien. Ayuda el que no se fueran todos de golpe y que todavía esté Denise con ella. “No siento el vacío. Por algo las cosas en la vida se van dando. A medida que ellos iban creciendo yo iba incorporando nuevas actividades y haciendo más cosas. Lo vengo llevando bien, porque yo estoy bien, estoy en un momento de armonía y de paz, si yo no estuviera en paz estaría mal, muy mal”. Pero además ayudó que no fue una madre sobreprotectora ni temerosa. Me cuenta que ella no era de las que no pegaba un ojo cuando sus hijos salían: “Yo dormía, porque si los dejo salir pensando que algo les va a pasar…para eso que no salgan. Yo solté el miedo, les di herramientas y valores y confié”.

El amor es más fuerte

Habíamos hablado de lo que pasa cuando se acaba el amor en una pareja y de que con amor todo se puede. ¿Es posible enamorarse otra vez a esta altura de la vida?: “Sí, yo creo en el amor y enamorarse a cualquier edad. No el amor adolescente, eso es otra cosa; las mariposas, cosquillitas en la panza, estrellitas, llorar por todo, eso no, el descubrimiento del amor es una vez”.
No tiene problema en reconocer que se enamoró ‘hasta las patas’, del que fuera el padre de sus hijos. Ahora cree que el amor difiere según la etapa en la que uno esté, y que también: “Se puede querer sin estar enamorado y estar bien”. Esta afirmación nos hace conversar nuevamente en la evolución y cómo cada edad pide cosas diferentes de la vida y del otro: “Quizás en algún momento de mi vida yo no hubiera aceptado eso, necesitaba estar profundamente enamorada del otro. Después vas creciendo y te vas dando cuenta de que te importan más otras cosas que tener cosquillas en la panza, y priorizás el pasar bien juntos, tener una charla interesante, divertirte”. ¿Qué le pide al amor?: “Reírme, sino me río, no puedo”.

El hoy

Viene de acabar de hacer temporada gestionando una sala en Piriápolis junto a Hugo Giachino. Llevaron diferentes espectáculos durante todo el verano; “Tuvimos a Carlos Perciavalle, a Manuela Da Silveira y Luciana Acuña, a Graciela Rodríguez, a Luis Carvalho y Luciana Benenatti, a Leo Lorenzo y Adriana Da Silva, a mi madre haciendo ‘La pipa de la paz’, músicos locales y yo con mi espectáculo de tango. Fue impresionante la respuesta del público”. Lo cual es bueno, habla de avidez de la gente por consumir cultura en vacaciones en una zona donde ya no queda ni el cine. Para el 2018 están planificando repetir la experiencia.
El tango es algo nuevo, que incorporó a su vida luego de su separación, pero nuevo en cuanto a hacerlo parte de su expresión artística, ya que desde chica escuchaba los discos de tango de su madre. Su gran proyecto es grabar un disco con apoyo del FONAM (Fondo Nacional de la Música): “Es 100% tango, temas de Discépolo, Cadícamo, Manzi, tangos clásicos porque cuando uno empieza es mejor tener temas que estén en el oído de la gente y no intentar con canciones nuevas”. Además va a tratar de incorporar apoyo de comunicación visual, algún video: “Hoy en día el disco solo no tiene tanto valor, el video es fundamental”, explica entusiasmada. La acompaña Luciano Gallardo en guitarra y bandonéon a quien define como su gran referente y apoyo musical.
Con el disco viene la chance de proyectarse hacia el exterior: “Cuando pude hacerlo mis hijos eran muy chicos y no era una opción. Ahora, en esta etapa de mi vida y con el tango, salir al exterior sí es una opción que espero se concrete”.
El cine es un gran pendiente pero ella está segura que va a llegar. Hubiera adorado ser una de las chicas Almodóvar con las que se siente totalmente identificada: “Almodóvar me vuela la cabeza”, explica.
Tiene como una especie de cábala que es arrancar todos los años diciéndose a ella misma: “Éste va a ser mi año. Independientemente que luego el año sea peor o mejor que el anterior, pero tengo que posicionarme desde un lugar positivo. Eso lo aprendí de mamá, ella es una persona muy positiva, sin miedo, se tira al agua, y yo también”, concluye entre risas.
Al final entre parecidos familiares y cosas de uno que luego se ven en los hijos, Carmen concluye que somos producto, más que de los genes, de lo que hemos vivido: “Sos hijo de lo que has mamado, de lo que aprendiste durante tu vida, de cómo ésta se presentó y por qué caminos te llevó”.
Así que si tuviera que definir a sus hijos, no duda en decir que más que parecidos a mamá o a papá: “Son buena gente, son buenas personas, ya con eso te sentís colmado”.

TEXTO: VERÓNICA CORREA
PRODUCCIÓN: VERÓNICA EIRIN
FOTOS: DANIEL MAIDANA
AGRADECIMIENTO: PARISIEN