Nota realizada en Octubre 2017

Soledad Ortega, es una cara conocida dentro de los medios de comunicación locales. Empezó muy joven en la televisión en el programa Estilo en Canal 10, luego tuvo su programa de radio Punto Cero y A Punto en Radio Cero, volvió a la tele con Más Cerca en Canal 10, y hoy y desde hace 5 años conduce, temprano en la mañana, Buen Día Uruguay en Canal 4. Pero además, y lo más importante, es la mamá de Bautista  y Facundo  y recientemente de Mora, la benjamina de la casa.
Sobre cómo es ser mamá nuevamente después de un impasse de 8 años, educar hijos en una sociedad que exige tanto a las mujeres, su trabajo y otros temas que hacen al ser mujer, madre, profesional y esposa hoy, conversamos una linda tarde de agosto en la que la lluvia nos dio un respiro.

Son las 6 am, el despertador suena y Soledad Ortega sabe que tiene que escucharlo y levantarse. No vale un ratito más, ni cinco minutos más de remoloneo. No. Hay que levantarse a desayunar, ya que como ella misma dice: “no puedo empezar el día sin un buen desayuno, para mí es fundamental”, y correr al auto para enfilar a Canal 4. El viaje le lleva un poco más de 40 minutos. Ayuda que a esa hora no sea el momento pico de tráfico. Una vez en el canal cada minuto cuenta y no hay tiempo que perder. Empieza Mariela (Cardona) con el maquillaje. “Hace magia”, me dice Soledad, “porque a esta hora de la mañana y con cara de recién levantada no es fácil”. Mientras Mariela hace su trabajo Soledad lee el guión y mira las noticias en su celular y las comenta en voz alta para que todos estemos al tanto. “Es así siempre”, acota Mariela, “siempre leyendo e informándose, si hay algo del guión que no le cierra llama a producción a preguntar, es muy perfeccionista”. Soledad se ríe, acepta que sí, que es perfeccionista, pero que no lo vive como un karma, es simplemente para dar lo mejor de ella misma. “Tiene la humildad de los grandes”, me dice Mariela, “en 30 años de carrera he encontrado a pocas personas a las que se le puedan hacer críticas constructivas o bromas por algo que dijo o hizo, Sole es una de ellas. Es hermosa por dentro y por fuera”.

Se nota que hay buen clima y confianza después de tanto tiempo de trabajo juntos. Es que ya hace 5 años que Soledad Ortega conduce, junto a Christian Font y Federico Paz, el magazine de Canal 4 Buen Día Uruguay que va de 8 y 30 a 11 de la mañana de lunes a viernes y, en ese tiempo, se ha consolidado el equipo, no sólo el que sale al aire sino también el que desde atrás de cámaras ayuda a que cada segundo en vivo salga como se debe.

Ahora es el turno de Nico (White), que es quien peina a Soledad. En ese rato Sole, como le dicen cariñosamente, aprovecha a tomar unos mates. Le hacen bromas por su termo de “Barbie” (es floreado) y en la matera, que la acompaña al estudio, Mariela le pone labiales y otros implementos de maquillaje de apoyo por si durante la transmisión en vivo necesita algún retoque. Soledad pide una lapicera, parece que es su talón de Aquiles, pierde lapiceras todo el tiempo. Hace anotaciones al costado del guión, subraya cosas que le parecen importantes, se concentra, nos deja por un rato y ahí aprovecho a seguir conversando con Mariela y Nicolás. Me cuentan que Sole, comparte todos los regalos que le llegan al canal, los abre como una nena chica, súper emocionada, lo hace adelante de ellos y luego comparte con sus compañeros de equipo. También me cuentan que es la única que los días que hay cocina en vivo vuelve al camerino con un plato para convidarlos con lo que se cocinó ese día. “Eso se trae de la casa, es educación”, dice Mariela muy convencida.

Es la hora de vestirse, viene la vestuarista, Andrea (Alonso), y le avisa que ya está todo listo. Soledad tiene un camerino especial porque está amamantando y se saca leche en cada tanda. “Es la leche que después le dejo a mi beba en casa para cuando vengo a hacer el programa”, me cuenta, “y como no tengo reservas, es fundamental que me saque en cada minuto que tengo libre”, agrega. Es que no es fácil. Toda mujer que ha sido o es madre y al mismo tiempo trabaja sabe que la vuelta al trabajo amamantando es de una gran exigencia. “Por suerte el canal me re apoya en esto y me dan un lugar especial para que pueda hacerlo”, dice agradecida. A partir de que se cambia corre por el pasillo del canal al estudio donde ya están sus compañeros. Hay que hacer prueba de micrófonos y eso lleva unos minutos. Ya es casi la hora, repasan los últimos detalles, se sientan y en 3,2,1 empieza el programa. ¡Buenos días!

Yo ya arranco a las 7 de la mañana como que fuera a un casamiento, entonces al mediodía necesito sacarme la máscara, y me voy al extremo

Fuera de los focos

Esto es sólo una parte de la vida de Soledad, pero quizás la más conocida, la más expuesta, ya que es la que se ve por la tele, pero todos sabemos que las personas son mucho más que su trabajo. La casa de Soledad es en las afueras de Montevideo, en un barrio privado. Esto implica estar bastante arriba del auto pero tiene como contrapartida la paz y la tranquilidad del campo. “Mi casa es mi remanso”, me dice, “donde me gusta estar”. Y se nota. En los detalles de los colores cálidos de la decoración, que invitan a sentarse y contemplar el jardín; la combinación de la madera con el vidrio de los grandes ventanales; la biblioteca llena de libros además de fotos de momentos de familia y el canto de los pájaros, los grandes protagonistas a esa hora de la tarde. En la mesa ratona me esperaba una bandeja con dos tazas para tomar el té. Me sentí recibida. No siempre los entrevistados tienen ese detalle de decirte, con un simple gesto, “eres bienvenida”. Quizás por esto lo valoré tanto.

Me abre la puerta Marta, un pilar en la casa, que ayuda con todo y a que el engranaje familiar esté bien aceitado. Soledad viene enseguida. Jeans, una camiseta, pelo suelto y natural. Le pregunto si es coqueta. “Re coqueta, pero en casa soy una rea. No una rea total, pero no me estresa, priorizo la comodidad. Mis amigas se ríen porque las recibo de calza, una colita de caballo mal hecha y una camisa blanca así nomás y ellas vienen espléndidas” me dice muerta de risa. Claro, es que necesita balancear: “Yo ya arranco a las 7 de la mañana como que fuera a un casamiento, entonces al mediodía necesito sacarme la máscara, y me voy al extremo”, reflexiona. Esto del extremo la hace acordar a cuando va al supermercado y le dicen: ¿Vos sos la de la tele? pero qué diferente salís, no te reconocí, es que estás muy distinta, parecés más joven en persona. Claro el maquillaje y toda la producción pueden agregarle años. De todas formas reconoce que: “A mi en la tele me gusta estar producida, no importa la hora, tengo que estar bien, que se note que me preocupé por estar bien. Capaz que es un mambo mío. Yo tuve esa educación de que si te invitaban a algún lado no ibas con la ropa de entre casa, te ponías algo especial, tenías la ropa para andar todo el día y la ropa especial, la de los cumpleaños”. Al final es como dice Mariela, su maquilladora, estas cosas se traen de la casa, es educación.

De repente como que sos más consciente de eso, de los pequeños momentos que te regala la vida, aunque sean efímeros

Empezar de nuevo

Soledad acaba de volver a trabajar porque en abril fue mamá, por tercera vez, de Mora, una beba preciosa que se ríe a carcajadas con sólo escuchar la voz de su madre. Hablamos de cómo fue el reenganche con la maternidad luego de tantos años y de ya tener la vida más organizada. Ella me cuenta que lo está disfrutando y eso se nota con sólo escuchar cómo le habla a su hija. “Pensé que se me iba a complicar más. Ya tenía una rutina completa, entre el trabajo, los nenes y sus actividades; pero me relajé y lo disfruto. Por supuesto que necesito el apoyo de todo el resto; de mi marido (Federico) en primer lugar que va y viene mucho más que yo, los abuelos de los chicos que me ayudan pila y los mismos chicos que también colaboran”, comenta. En su voz hay una seguridad que no deja duda de que está viviendo una etapa de plenitud. Como está amamantando me cuenta que la mayor parte del día la pasa en su casa, y que es algo que le gusta. Sus hijos regresan del colegio y ella está y reconoce que es un lujo que a esta altura de la vida puede darse.

“Estoy conmovida con la experiencia de la niña pero estaba feliz con mis varones y es más, pensaba que iba a tener un tercer varón, y cuando nos enteramos que era una nena fue como: ¡mirá!, una experiencia diferente y estamos fascinados. Yo le digo a todo el mundo que es como mi apéndice, va para todos lados conmigo y me la imagino así toda su primera etapa de la infancia, y sin culpas”.

Obviamente duerme poco, las horas en las que Mora no la demanda para comer, y por más que sabe que hay que aprovechar esos ratos en los que la beba no exige, cuando hay dos hermanos en la casa, es más complicado.
¿Fue más difícil ser madre a los 38 que a los 27 años?, le pregunto. “No”, me contesta, “En realidad sentí ventajas. Claro, no estoy criando hijos pequeños seguidos. Me acuerdo que con Bauti y Facu, más el trabajo, más todo, era mucha la presión. Ahora estoy más relajada con mi trabajo que en aquel momento en el que estaba en otra etapa de mi rendimiento laboral. Prepararme me llevaba más tiempo, ahora uno tiene la experiencia que te dan los años y eso te permite relajar mucho más. Muchos me decían: “vas a ver cómo vas a disfrutar este bebé ahora”, y la verdad que tienen razón. Te agarra más en un dejar fluir. Quizás antes con la inexperiencia uno tiene más apuro por resolver cosas o se preocupa por otras que no son tan importantes, uno se apabulla mucho con la responsabilidad”.

Ahora siente que todo pasa y que es transitorio; que si no durmió de noche ya va a pasar, que si no tiene tiempo de salir y divertirse con amigos ya va a pasar y encima como ella misma agrega: “Sabemos que no sólo pasa, sino que pasa muy rápido, entonces al revés, hoy soy más de estar en el presente porque sé que todo es veloz. Capaz cuando sos más joven todo te parece más eterno, esto de no dormir va a ser para toda la vida, qué horror, y te parece que esa etapa no se pasa más”, razona la periodista. “Hoy sé que cada momento vale y disfruto de ese momento de armonía que se me da en medio de la locura y puedo decir qué lindo lo que estoy viviendo y lo disfruto, después que venga lo que tenga que venir. De repente como que sos más consciente de eso, de los pequeños momentos que te regala la vida, aunque sean efímeros”.

Ahora elijo una compra más racional, no salir a ver qué me encuentro, sino algo planificado, ya sea un chiché, ropa, libros, lo que sea

Consumo inteligente

Se podría pensar que después de dos varones y con la llegada de la nena Soledad salió volando a comprar todo rosado. Me cuenta que no, “Nunca fui de ser loca por las compras, siempre fui muy tranquila en ese sentido. Creo que en este tiempo más que salir corriendo a comprar de todo fui de organizarme y voy viendo lo que necesito. No tengo como esa ansiedad de comprar todo, de llenarme de cosas. Ya me había acostumbrado a tener la casa organizada sin bebes, ya había pasado con mis hijos mayores la etapa esa en que tu living era una juguetería y ahora voy a lo imprescindible”. Igual me confiesa que se divierte mucho cuando va a elegir algo y cambia el chip y si con los varones es un jean y una remera en el caso de la nena mira el vestidito, se entusiasma con otras cosas, pero, y aclara: “Sin locuras”. Se reconoce como una mujer práctica y se asombra de cómo cambió todo en tan poco tiempo: “En mi época con los chicos no había tanta variedad de cosas, hoy hay soluciones para todo, hoy creo que si tenés que ir a elegir algo tenés que disponer de 5 horas para poder ver todas las opciones. Por un lado me parece fascinante y por otro apabullante para las madres”.

Soledad me explica que con el consumo trata de ser medida y de aplicarlo con sus hijos. Les cuestiona si realmente necesitan ese juguete, ¿por qué? ¿para qué? “Me gustan que sean conscientes de lo que quieren. ¿Es necesario tener otro juguete así? En el caso este de los spinner, ¿Tenés que tener 10 o con uno te divertís igual? Trato de que entiendan que las modas o porque tus amigos tengan no es una excusa válida para ir a comprar algo”. Le digo si cuando era más joven no era de seguir modas y comprar y me dice que sí, que obvio que tuvo etapas más consumistas, pero que con los años aprendió a elegir y a comprar menos y mejor, se volvió más selectiva. “Ahora elijo una compra más racional, no salir a ver qué me encuentro, sino algo planificado, ya sea un chiche, ropa, libros, lo que sea”, me explica.

Los otros temas

Soledad transmite una imagen de mucha confianza y tranquilidad, cuesta imaginarla fuera de control, pero cuando una es mamá sabe que tarde o temprano esos momentos de crisis se dan, sobre todo cuando uno está mal dormido, trabajando, haciendo pinitos para tener todo bajo control. Me cuenta que sí, que tiene sus días: “Todos estamos muy exigidos, ya salir, estar en el tránsito es un estrés, hay como mucha agresividad en el ambiente ¿no?. Las exigencias de horarios, todos tenemos nuestros tiempos y cuando hay un bebé en casa se siente porque son tiempos distintos, uno está a mil y el otro en pausa. La clave está en no exigirse y querer ser una súper mujer todo el tiempo”. ¿Se puede salirse de ese rol, cuando es lo que se espera por lo general?, le pregunto. Me dice que sí, que en su casa sin duda: “Cuando me siento desbordada, por suerte soy de poder expresarlo. De hecho a mis hijos les digo: “mamá hoy no puede con esto”. Pido disculpas, les explico que hoy no los puedo ayudar, que estoy muy cansada, pedile a papá que te ayude. Soy muy sincera con ellos y si estoy en un mal día se los digo”. Y agrega: “Creo que está bueno, ayuda incluso a que ellos me digan cuando están mal, que vean que no todo siempre es divino, ni todos estamos siempre bárbaros y geniales, que podemos tener nuestros días y que no está mal eso”.

La clave está en pedir ayuda. Soledad reconoce que es afortunada ya que cuenta con la posibilidad de recibir apoyo. “Cuando no tenés eso me imagino que la realidad debe ser dura. Me imagino mujeres con hijos solas, que trabajan, problemas económicos… y la verdad sí, debe ser muy difícil manejar las cosas. Creo que tenés que hacer lo que podés y como podés, cuando uno hace las cosas desde esa honestidad no pueden haber remordimientos”, enfatiza.
En épocas en las que se habla de escuchar nuestra voz interior, seguir la intuición, la honestidad, pareciera que el discurso está peleado con la realidad. ¿Cómo se escucha cuando hay tanto ruido alrededor? Siente que es una persona perceptiva, pero que necesita aflojar un poco para poder desarrollar ese instinto. Busca momentos que la ayuden: “Ya con salir a caminar con la perra aflojo, trato de estar al aire libre un rato por día, salir del encierro, no te olvides que trabajo en un estudio de televisión, todo cerrado y ando todo el día en el auto. La naturaleza me conecta, por eso vivo acá. El silencio, dar una vuelta de la manzana, darme un baño, cosas simples que te ayudan a resetear”, explica la periodista.

Yo voy feliz a trabajar, voy divertida, con curiosidad por las personas que voy a conocer ese día, todo me parece interesante

La familia

Para Soledad la familia es muy importante. Viene de una estirpe de mujeres fuertes, muy unidas, que debieron armar hogar en diferentes países debido a las obligaciones laborales de su madre. Reconoce que con su madre y su hermana, la conocida comunicadora Andrea Menache, forman un equipo y que cuentan con el respaldo incondicional una de la otra. Para ella hogar es sinónimo de alegría, calidez, música, amigos entrando y saliendo, y trata de que en su casa pase lo mismo. “A mí lo que me gustaba de mi casa es que era un ambiente alegre y lo que me dá más satisfacción es que a mis hijos les guste estar en casa, que les guste estar con nosotros, ellos pasan bien con nosotros y para mí eso es re importante”, resume.

Con su marido me cuenta que forman un muy buen equipo. El colabora y se hace cargo, porque le gusta compartir con Soledad la crianza y el cuidado de sus hijos. “Sino, no se sostiene”, expresa convencida.
Si se tuviera que definir como madre, no duda en decir que: “Creo que soy una madre accesible. No sé si soy piola. Soy accesible en el sentido que así como puedo tener autoridad para determinadas cosas, tengo momentos en que ellos se ríen de mí, y nos reímos juntos de cosas que pasan”.

Soledad tiene una risa franca, fuerte y fácil así que cuando me dice lo de reírse con sus hijos no puedo dejar de preguntarle si el sentido del humor es una herramienta. Me dice: “No sé, pero sí soy de usar el humor. Yo me río mucho de mí misma, como que me conozco bastante y partir de la base de reírte de ti misma ayuda a que puedas desdramatizar las situaciones”. Acá claramente no hay secretos para Soledad: “Si no tenés la capacidad de reírte de ti misma ahí la vida se complica, porque todo te lo tomás muy personal. Yo soy muy abierta a las críticas de todo el mundo, de mis hijos en primer lugar que a veces me han enseñado cosas de mí que me han sorprendido. Primero y ante todo hay que tener la capacidad de reírnos de nosotros mismos”.

También agrega que cuando se trabaja en los medios de comunicación se está muy expuesto y que si no se riera no bancaría nada: “Lo que hacés y decís siempre hay a una parte de las personas a las que le gusta y a otra parte que no”. Y sí, nunca se deja conforme a todo el mundo. Se acuerda de cuando recién arrancaba en los medios cómo sufría si se equivocaba. “Ahora”, me cuenta, “me sigo equivocando pero no lo tomo como una presión y me río”. De todas formas se reconoce muy exigente y que hoy con todo el tema de las redes la exposición es mucho mayor.
Llega Facundo del colegio. Nos da un beso y le cuenta a su mamá una actividad que hicieron en clase. Soledad le pide que nos deje un momento que enseguida está con él.

Le pregunto si vuelve a la radio, me cuenta que por ahora no, pero que no lo descarta a futuro. El trabajo en la tele le encanta y ahora lo disfruta. Trabaja muy bien con sus compañeros de equipo, se siente cómoda y se complementan. “Yo voy feliz a trabajar, voy divertida, con curiosidad por las personas que voy a conocer ese día, todo me parece interesante. Esa curiosidad me alimenta las ganas de ir, porque bueno siempre es un desafío, tengo que enterarme, leer, investigar”, me explica entusiasmada. Sin embargo, y dentro de esa profundidad que la caracteriza, sabe que sus logros profesionales son efímeros: “Son cosas que pasan y no perduran, son gratificaciones. Tengo un buen día laboral y estoy feliz, pero al rato ya está, como persona no me da la felicidad esa que llevas adentro que te hace fuerte frente a las adversidades, eso te lo da el afecto de los seres queridos. Me importa mucho la amistad, me encanta tener amigas, tener esa otra pata de contención. Creo que eso es lo que te aliviana siempre el viaje, parece trillado y un lugar común, pero frente a cualquier cosa que me pase tengo a mi familia, a mi hermana, a mi madre, a mis amigas, y después lo superás, pasa. Lo demás son logros pero no sé si te llenan por dentro, colaboran pero no es lo único”.

Y con esas palabras resonando en mi interior nos despedimos.

Texto: Ximena Alemán
Producción: Verónica Eirin
Fotos: Daniel Maidana
Agradecimiento: Thomas Trent